Hoy
vamos a tratar un tema que es ciertamente espectacular de ver, pero nada
agradable de sufrir cuando nos ponemos en las carnes de un ingeniero de planta.
Y es que en una instalación química tenemos componentes peligrosos, por lo que
su manejo no está exento de la posibilidad de sufrir un accidente.
En
el caso de las sustancias inflamables nos guiamos por el triángulo del fuego, que nos dice que para que se produzca un
accidente necesitamos tener al mismo tiempo un combustible, un comburente y una
fuente de ignición. Si acabamos con uno de los vértices (mejor 2) estaremos a
salvo.
Y ya lo dice el dicho: es mejor
prevenir que curar.
Por
eso, un diseño que piense en todos los contratiempos posibles es la mejor
defensa. Pero aun así, los accidentes pasan, y lo peor en una instalación de
esta índole, es que pueden crear una reacción en cadena. Esa carta quemada
puede hacer caer el castillo de naipes al completo.
Por
eso, este tipo accidente, del cual os voy a hablar hoy, el BLEVE, es un ejemplo bastante ilustrativo de cómo un pequeño
incendio provocado por un escape puede hacer saltar todo por los aires.
Un
BLEVE, acrónimo inglés (boiling liquid
expanding vapour explosion) es un tipo de accidente de sucede en
plantas cuando se produce un incendio que afecta a tanques que almacenan gases
licuados. Y son como los puñetazos: duele más o menos dependiendo de donde te
den.
Es
decir, podemos tener un incendio accidental que caliente la base de un tanque
que contiene un gas licuado. El líquido se calienta y genera vapor, aumentando
la presión dentro del recipiente. La válvula de seguridad (si la tiene, claro)
se abrirá en función del set point asignado, dejando escapar el gas y
manteniendo las condiciones de presión de seguridad. Es decir, si lo que se
calienta es el líquido, el riesgo de BLEVE es menor, pues absorbe todo el calor
y el metal del recipiente se ve menos dañado.
Sin
embargo, ¿qué sucede si el incendio ha evaporado casi todo el líquido? O peor aún,
¿Qué sucede si el incendio se produce en la parte superior del tanque?
Pues
, sencillamente, ya no tenemos al calor de vaporización del líquido como
aliado. El gas licuado absorbe bien el calor del incendio, pero el gas actúa
como aislante, por lo que el metal del recipiente empieza a sufrir problemas
mecánicos por un desmesurado aumento de la temperatura.
Entonces,
la maltrecha y achicharrada pared del tanque se abre, el gas licuado se evapora
a grandes velocidades por el cambio de presión, produciéndose una explosión brutal, que en el caso de que el líquido sea además inflamable, puede tener
consecuencias dramáticas.
En este vídeo tenemos el proceso
explicado paso por paso.
El resultado es una emisión de calor por radiación muy potente y la generación de una onda de choque, con proyección de restos del
depósito y de la sustancia almacenada. Y el problema puede ser aun peor
dependiendo de donde esté colocado el depósito, ya que puede generar una
reacción en cadena terrible, afectando a otros tanques también.
Sin embargo, existe una serie de
recomendaciones para evitar el desastre, que son las siguientes:
- Se debe evitar que el líquido adquiera una presión y una temperatura determinadas. Abrir la válvula muy despacito.
- Proteger los recipientes contra el impacto.
- Si las condiciones del incendio lo permiten, trasvasar el líquido de un recipiente a otro.
- Controlar el grado de llenado máximo del tanque, ya que si este es muy alto podría sufrir dilataciones que acelerarían el proceso.
- Otra opción es emplear aislantes térmicos en los tanques, pero es una opción nada común.
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