viernes, 11 de julio de 2014

Peligro BLEVE

                Hoy vamos a tratar un tema que es ciertamente espectacular de ver, pero nada agradable de sufrir cuando nos ponemos en las carnes de un ingeniero de planta. Y es que en una instalación química tenemos componentes peligrosos, por lo que su manejo no está exento de la posibilidad de sufrir un accidente.
               
      En el caso de las sustancias inflamables nos guiamos por el triángulo del fuego, que nos dice que para que se produzca un accidente necesitamos tener al mismo tiempo un combustible, un comburente y una fuente de ignición. Si acabamos con uno de los vértices (mejor 2) estaremos a salvo.

Y ya lo dice el dicho: es mejor prevenir que curar.
               
      Por eso, un diseño que piense en todos los contratiempos posibles es la mejor defensa. Pero aun así, los accidentes pasan, y lo peor en una instalación de esta índole, es que pueden crear una reacción en cadena. Esa carta quemada puede hacer caer el castillo de naipes al completo.
              
      Por eso, este tipo accidente, del cual os voy a hablar hoy, el BLEVE, es un ejemplo bastante ilustrativo de cómo un pequeño incendio provocado por un escape puede hacer saltar todo por los aires.      
               
      Un BLEVE, acrónimo inglés (boiling liquid expanding vapour explosion) es un tipo de accidente de sucede en plantas cuando se produce un incendio que afecta a tanques que almacenan gases licuados. Y son como los puñetazos: duele más o menos dependiendo de donde te den.
              
      Es decir, podemos tener un incendio accidental que caliente la base de un tanque que contiene un gas licuado. El líquido se calienta y genera vapor, aumentando la presión dentro del recipiente. La válvula de seguridad (si la tiene, claro) se abrirá en función del set point asignado, dejando escapar el gas y manteniendo las condiciones de presión de seguridad. Es decir, si lo que se calienta es el líquido, el riesgo de BLEVE es menor, pues absorbe todo el calor y el metal del recipiente se ve menos dañado.


                Sin embargo, ¿qué sucede si el incendio ha evaporado casi todo el líquido? O peor aún, ¿Qué sucede si el incendio se produce en la parte superior del tanque?
                Pues , sencillamente, ya no tenemos al calor de vaporización del líquido como aliado. El gas licuado absorbe bien el calor del incendio, pero el gas actúa como aislante, por lo que el metal del recipiente empieza a sufrir problemas mecánicos por un desmesurado aumento de la temperatura.
                Entonces, la maltrecha y achicharrada pared del tanque se abre, el gas licuado se evapora a grandes velocidades por el cambio de presión, produciéndose una explosión brutal, que en el caso de que el líquido sea además inflamable, puede tener consecuencias dramáticas.

En este vídeo tenemos el proceso explicado paso por paso.



El resultado es una emisión de calor por radiación muy potente y la generación de una onda de choque, con proyección de restos del depósito y de la sustancia almacenada. Y el problema puede ser aun peor dependiendo de donde esté colocado el depósito, ya que puede generar una reacción en cadena terrible, afectando a otros tanques también.

Sin embargo, existe una serie de recomendaciones para evitar el desastre, que son las siguientes:

  • Se debe evitar que el líquido adquiera una presión y una temperatura determinadas. Abrir la válvula muy despacito.
  • Proteger los recipientes contra el impacto.
  • Si las condiciones del incendio lo permiten, trasvasar el líquido de un recipiente a otro.
  • Controlar el grado de llenado máximo del tanque, ya que si este es muy alto podría sufrir dilataciones que acelerarían el proceso.
  • Otra opción es emplear aislantes térmicos en los tanques, pero es una opción nada común.

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